miércoles, 11 de junio de 2008

Boardwalk Bullet

Las montañas rusas se remontan al siglo XVII, construidas en montañas de hielo alrededor de San Petesburgo. Desde entonces han ido mejorando los diseños y son pocos los parques de diversiones que no cuentan con al menos alguna versión. Nosotros, el sábado pasado, gracias a la visita de Francisco,un amigo de Sebas, nos subimos a la montaña rusa llamada "Boardwalk Bullet" y ubicada en Kemah un lugar turístico cerca de nuestra área. El resultado de la aventura fue increíble: adrenalina pura.

Al principio fuimos con el fin de conocer el lugar, mostrarle a Francisco esta área y disfrutar de la brisa del mar quizá en compañía un café helado o un smoothie para combatir el calor. Nuestro paseo nos llevó a la montaña rusa, donde vimos la estructura de madera, los visitantes, las caídas y la velocidad. De repente la curiosidad por saber cómo era se apoderó de nosotros y empezamos a analizar la posibilidad de subir.

Lo pensamos varias veces, incluso caminábamos al carro cuando nos arrepentimos. Decididos a la aventura, compramos los 3 boletos y empezamos a subir la rampa de madera clara que llegaba a la entrada. Cuando estábamos arriba vimos que la estructura era más grande de lo que pensábamos, toda hecha de madera que crujía cuando se acercaba el carro a toda velociad acompañado del eco de los gritos de los visitantes que subía de intensidad a medida que nos acercábamos. Había cola y tuvimos que esparar a que dos grupos se subieran antes de nosotros.

Mientras hacíamos cola la ansiedad e incertidumbre de cómo iba a ser nos invadía completamente. Por un momento escuchamos a Francisco decir: "qué estoy haciendo aquí?" "para qué someternos al sufrimiento?" y casi por un instante sentimos arrepentimiento o duda, mezclada con emoción y ansia. Ya para entonces habíamos hecho un pequeño "análisis" de la aceleración, la velocidad y la resistencia de la estructura que hacía el viaje más "peligroso e inseguro", o quizá más emocionante.

En poco tiempo llegó nuestro turno. Se abrieron las puertas y nos sentamos en la tercera fila. Nos aseguaron con un cinturón y una barra de seguridad. Habían advertencias de no llevar cosas sueltas, como celulares, llaves, billeteras o lentes de sol, así es que guardamos todo en mi bolso (que tenía zipper) y en menos de lo que creímos arracaba de nuevo el juego.

El recorrido empezaba en subida lentamente como para contrarrestar a la velocidad que le seguía. Poco a poco nos fuimos acercando a la primera caída de 92 pies de altura. Ni siquiera dio mucho tiempo de ver el paisaje alrededor, desde donde se divisaba el mar y gran parte de la región. De repente empezó todo a ser muy rápido y bajábamos a una velocidad increíble. Al mismo tiempo la estructura de madera crujía con cada movimiento del carro, nosotros crujíamos con ella. Era una mezcla de movimientos bruscos con caídas a toda velocidad, no daba tiempo de pensar ni analizar nada, sólo de sentir el viento y escuchar los gritos de los demás mezclados con nuestros propios gritos que se aferraban a la adrenalina.

El viaje duró aproximadamente 1minuto y medio, y nosotros a pesar de haber estado "mentalmente" preparados no lo sentimos así, lo sentimos más corto. Ni siquiera nos percatamos que caía una brisa fuerte que nos empezaba a mojar, tampoco nos dimos cuenta que nos tomaron una foto para poder comprarla a la salida y en la que ninguno, salía viendo a la cámara.

Al salir, Francisco y Sebastián quedaron adoloridos inmediatamente, yo lo sentí un día después. Francisco juró no volver a subirse, Sebastián dudó hacerlo de nuevo, yo quedé invitada a volver. A la próxima espero sentarme en primera fila.

sábado, 7 de junio de 2008

Nausicaä of the Valley of the Wind

Tenía mucho tiempo de no ver una película como ésta, quizá me atrevería a decir que nunca había visto una película semejante. Creo que lo digo porque no recuerdo la última vez que unas imágenes y una historia me conmovieran tanto. Nausicaä del valle del viento o (Nausicaa of the Valley of the Wind, 風の谷のナウシカ Kaze no tani no Naushika) es una historia de "manga" (caricatura japonesa) llevada al cine, dirigida e ilustrada por Hayao Miyazaki basada en el comic del mismo nombre.

La verdad no acostumbro a ver películas de anime, pero ésta prometía ser buena primero, porque su director es altamente reconocido (de hecho se ganó un Oscar a la mejor película animada en 2001 por "Spirited Away"), segundo porque esta película ganó el premio Animage
Anime Grand Prix y tercero porque Sebas ya había visto varias pelis de él que eran sumamente recomendables.

Cuando la vimos anunciada en el Museo de Bellas Artes de Houston, íbamos a entrar a verla, pero frustrados comprobamos que la película ya había empezado. Al venir a casa decidimos buscarla en Internet y utilizar la opción "gratis y pirata" que se encuentra en la Web y después de varios intentos encontramos lo que queríamos: la película en japonés con subtítulos en inglés. La vimos con veinticuatro años de retraso, pues su lanzamiento original fue en 1984, aún así la disfrutamos intensamente.

La historia está situada 1,000 años después de una revolución industrial, donde la población humana está reducida a pocos habitantes aislados unos de otros por junglas tóxicas y lagos ácidos; donde insectos gigantescos tomaron el control de estas junglas impidendo el acceso a los humanos y defendiendo su territorio en estampidas.

Sin embargo desde mi punto de vista, el ambiente de la historia no es lo importante, sino el sentido que tiene y el impacto que causa a los espectadores. La historia muestra escenas donde se recalcan valores como el respeto, la valentía, la compasión, la nobleza y la sabiduría de entender lo que nos rodea aprendiendo a cuidarlo, contrastadas con escenas de egoísmo, violencia, guerra, cobardía e ignorancia.

Las imágenes son potentes y están muy bien ilustradas. Expone los sentimientos perfectamente utilizando una combinación de ilustración con música de piano, violines y varios instrumentos de cuerda. La narración es sencilla aunque el mensaje es bastante intenso. Hace una reflexión al lugar que cada ser vivo tiene en este planeta y a la forma como los seres humanos formamos parte del mismo.

La película es conmovedora, emocionante y distinta. Nosotros la disfrutamos completamente quedándonos al final con una sensación de emociones y sentimientos que por lo menos a mí me acompañaron por el resto del día. Al final de la noche decidimos comprar el DVD para poder verla más veces y algún día en compañía de nuestros hijos. Pronto veremos otra película de Miyazaki, del que me volví fan, quizá algún día tendremos toda la colección.

miércoles, 4 de junio de 2008

Acampando (IV): Choke Canyon

Llevábamos dos horas de camino por la autopista, el concreto reflejaba el sol haciendo que el calor se sintiera aún con el aire acondicionado puesto. El hambre empezaba a hacerse presente y no sabíamos a dónde ir. La opción más viable era ir hasta San Antonio y desde allí buscar parques cerca o por último quedarnos en un Hotel y romper todos los objetivos del viaje.

En la guía de parques estatales aparecía Choke Canyon, a pocos kilómetros de distancia. Ofrecían sitios dónde acampar, un lago, senderos, mesas de picnic y demás. En un impulso decisivo viramos hacia allá para conocerlo, a la larga creo que decidimos ir porque era el que nos quedaba más cerca. La idea era hacer un picnic, comer y si nos gustaba el lugar nos quedábamos a acampar allí.

Llegamos a la oficina, pagamos la cuota y de una vez decidimos acampar arriesgándonos a que el lugar no fuera el esperado. Pensamos por último siempre estaba la opción de viajar a San Antonio a dos horas de recorrido y buscar desesperadamente un Hotel dónde pasar la noche.

A primera vista nos gustó lo que vimos, viniendo de un lugar donde no había nada para acampar, éste por lo menos tenía lugares recreativos para niños con mesas de picnic y un gran lago que refrescaba alrededor.

Cuando nos dieron el mapa para escoger el sitio a acampar, buscamos uno "alejado" lo cual se traducía en una esquina con el número 206. Al llegar al 206 nos dimos cuenta que cada lugar tenía una mesa de picnic con una parrilla para asar y un espacio para acampar y que quedaban uno al lado del otro, dejando poca distancia entre sitios. Nuestra sorpresa fue darnos cuenta que el 206 quedaba lo suficientemente alejado de los demás, rodeado de árboles y con acceso al lago, y por supuesto quedamos más que satisfechos. Bajamos lo necesario para el almuerzo y nos pusimos a cocinar.

La estufa fue más fácil encenderla. Quizá porque no había viento fuerte con arena y sal soplando desde el sureste, o porque intentamos de una vez encenderla con alcohol isopropílico, puede ser también que las técnicas para encender hayan mejorado, o que el hecho de estar en una mesa de picnic (en vez de la arena) contribuyó al buen ánimo, no lo sé. Lo que sé es que después de un poco tiempo teníamos un delicioso almuerzo: pollo con puré de papas, tomate y de postre melón (fruta que se conserva bien con el calor) lo que comprueba que se puede comer sano en un camping!

Luego del delicioso y merecido almuerzo llegó el tiempo de recorrer el parque. No era necesario que nos explicaran que el parque está diseñado para la pesca, pues alrededor nuestro habían estacionados 2 botes pesqueros. Lo que nos sorprendió fue encontrar senderos específicos para las personas que les gusta observar pájaros donde, según un estudio realizado, llegan más de 670 especies de aves. Por supuesto, tomamos las bicicletas y decidimos recorrerlos.

Ambos nos esperábamos senderos más largos, pero por lo que vimos y escuchamos definitivamente es un hogar para muchísimos pájaros de todos los tipos, incluso creo haber visto por un instante unas alas majestuosas pertenecientes a un águila o un halcón. Además de pájaros conviven otro tipo de animales como venados, tortugas, armadillos, mapaches, coyotes y cerdos salvajes.

Al final del sendero encontramos el estacionamiento del área de picnic y recreativa que da al lago. Nos asombramos de la similitud entre los visitantes. Parecía como si fuera un requisito llegar en un pickup ya sea un Ford F150, un Chevrolet Silverado o un Toyota Tundra que tira un portabotes. El color de pickup más utilizado, el blanco, los botes de distintos estilos y para distintas necesidades. Allí comprobamos que el 90% de las personas que llegan al parque en esta época lo hacen para pescar.

Mientras tanto nosotros aprovechamos la frescura del lago para meternos un rato y aminorar el calor. Lamentamos no haber llevado los kayaks, pero como el objetivo era quedarnos en Padre Island no sabíamos que íbamos a llegar a este lago. El lago estaba limpio, aunque con varias algas alrededor. Por un momento pasó por nuestra mente llevar el equipo de snorkelling para ver los peces (y las algas) pero la idea se fugaba con la tarde.

A la vuelta tomamos una pequeña refacción (o una once, como le dicen los chilenos) y nos pusimos a la tarea de escoger el mejor lugar para poner la carpa. Teníamos suficiente espacio, lo que sobraban eran hormigas. Contamos 6 tipos distintos de hormigas y no queríamos ni molestarlas ni que nos molestaran a nosotros. Basándonos en eso, elegimos un lugar plano, sin césped y sin hormigas.

Es distinto estar en un lugar aislado de Internet, de la tele, de la radio, en verdad uno aprende a escuchar la naturaleza y descubrir sus sonidos. Las estrellas brillaban a todo su esplendor, y con cámara en mano fuimos a dar unpaseo por los senderos, aprovechando la oscuridad y llevando una linterna tenue. No soy muy fanática de caminar por la noche con poca luz, ni tampoco después de haber visto animales como coyotes o cerdos salvajes caminando libremente, así que mi paso era sigiloso y vigilante. Estuvimos iluminados por la linterna y por luciérnagas en todo el camino. Llegamos hasta un punto oscuro y empezamos a tomarle fotos a las estrellas. El ejercicio duró poco porque escuchamos un ruido extraño atrás. Mi miedo se apoderó de mí nuevamente cuando comprobé que lo que estaba detrás nuestro era un cerdo salvaje y salí casi (o literalmente) corriendo.

Sebastián mientras tanto, lo veía con admiración y ternura, pidiéndome que llegara a donde él (y el cerdo) estaban para ¿observarlo? ¿tomarle foto? ¿acariciarlo??? Yo cincuenta metros adelante le imploraba que volviéramos imaginándome a "mamá y papá cerdos" detrás buscando a la cría y furiosos por haberlos interrumpido. Luego me enteré que estos cerdos son usualmente cazados en el parque y que por comentarios de Seba, el cerdo que vimos tenía más miedo de nosotros que nosotros de él. Aunque salir corriendo después de verlo, suena a que yo fui más cobarde que él.. pero, así son las cosas.

Después de la aventura, una extraña nube nubló los cielos, invitándonos al sueño. Arreglamos la carpa y nos dimos cuenta que el clima estaba fresco, nos acostamos sonriendo, pensando en la diferencia de lugares y afirmando que esta vez sí íbamos a poder dormir bien. Craso error.

A las 4 de la mañana no entendíamos el por qué del sueño interrumpido, el calor dentro de la carpa era insoportable. Sebastián tocó el suelo y comprobó que el lugar elegido había estado expuesto al sol durante todo el día y por estar sin sombra de árboles la tierra se comportaba como un gran comal o sartén. Su expertise como boy scout no le advirtió sobre mojar el terreno antes de ubicar la carpa, o elegir un lugar menos expuesto al sol. La verdad yo tampoco reparé en eso, en lo que ambos reparamos fue en las hormigas, olvidándonos del sol.

Recuerdo perfectamente el comentario de Seba diciendo: "ya sé qué se siente ser tortilla". A las 4:30 estábamos cambiando de lugar la carpa un metro más a la derecha, donde los árboles cubrían con sus copas el espeacio. Los pájaros conversaban entre ellos y nosotros desde ese momento dormimos plácidamente hasta que el sol se impuso fuerte a las 8:30.

Desayunamos tranquilos y dimos una vuelta más por el parque, cerca del lago. Partimos temprano para llegar a San Antonio a almorzar y luego volver a Houston antes de las 6 de la tarde. Mientras Sebastián colocaba de nuevo las bicicletas a la parte de atrás del auto, pensábamos en el balance de nuestra aventura. La experiencia de acampar fue muy buena, conocimos dos lugares distintos y aprendimos muchas cosas. Quizá lo mejor fue descansar la mente disfrutando de nuestra compañía y la de la naturaleza.

La conclusión de ambos fue la misma: Definitivamente vamos a volver a acampar.

lunes, 2 de junio de 2008

Acampando (III): Padre Island

La tarde llegaba a su fin y en unas pocas horas iba a oscurecer. Decidimos tomar las bicicletas y recorrer un poco la isla disfrutando del paisaje y las aves.

Gracias a las corrientes del Golfo de México, Padre Island se caracteriza por llevar a sus orillas objetos interesantes y valiosos. Incluso varias personas han encontrado monedas antiguas o restos de barcos, hasta objetos como televisores y radios, o restos de ropa y cosas así. De hecho por eso no es permitido llevar detectores de metales, ni quedarse con objetos "valiosos" encontrados en la orilla. Nosotros, por un momento nos volvimos una especie de piratas que veían cuidadosamente las orillas en busca de objetos extraños.


Lo primero que vimos fue una carabela portuguesa (Portuguese man o'war) que agonizaba en la orilla y optamos por salvarla regresándola al mar.










Recorriendo la isla encontramos cascos de seguridad, partes de plataformas petroleras, un fragmento de una linterna profesional, una puerta de barco, varias conchas y caparazones de cangrejos y tortugas. Al avanzar más a fondo divisamos un camino que la curiosidad nos llevó a recorrerlo. Cuando nos detuvimos a leer un letrero decía: BNP Petroleum Corporation South Sprint Gas Unit. Lo primero que pensamos fue: la industria petrolera compró parte del Parque Nacional! Pero después comprobamos que estábamos equivocados, fue al revés. Primero construyeron esa estación de gas natural y muchos años después BNP donó gran parte de su terreno para que Padre Island se convirtiera en Parque Nacional.

Estábamos finalizando nuestro recorrido (porque empezaba a oscurecer) y al volver decidimos por fin armar la carpa y cenar calentando la comida en nuestra estufa portátil (utilizando el alcohol destilado que compramos previamente). Después de luchar contra el viento, utilizar varios métodos para encender, cambiar de metanol a alcohol isopropílico al darnos cuenta de la ineficiencia del metanol, por fin logramos encender un fuego constante, en el que calentamos una sopa y la tomamos con sabor a triunfo.

El cielo estaba brumoso y nublado. Soplaba un viento fuerte con sal y arena que nos dejaba una sensación de suciedad y humedad en todo el cuerpo. Aunque el cielo hubiera estado despejado, no habríamos sacado el telescopio por temor a que se nos arruinaran los espejos y se nos oxidara.
Estuvimos un rato conversando en la oscuridad, iluminados sólo por la luz del vecino que tenía generador. Poco a poco el cansancio se apoderó de nosotros. Nos esperaba una carpa y unos sacos de dormir donde íbamos a descansar plácidamente hasta el día siguiente. Craso error.

Si afuera de la carpa había humedad, adentro era peor. Hicimos todo lo posible por no entrar con arena, pero fue inútil (aunque lo logramos en gran parte). La sal y arena eran finísimas, lo que incomodaba dormir, la humedad seguía aumentando y los pickups o jeeps vecinos decidían recorrer desde las 10 de la noche los caminos con su doble tracción y sus luces deslumbrantes. El resultado fue fatal, ni Sebas ni yo logramos dormir más de 3 horas. La incomodidad, la sal, el calor, la humedad y la sensación que un pickup gigantesco iba a pasar por nuestra carpa nos lo impidió.

Al día siguiente Sebastián me propuso salir de la isla y manejar hacia el Este de Texas. Yo accedí inmediatamente, porque estaba pensando lo mismo. Nos levantamos después de lo decidido y sin titubear empacamos lo que teníamos. Dimos una vuelta al centro de visitantes para ducharnos y salimos casi huyendo de la Isla.

Sin rumbo fijo, con mapa en mano y una revista sobre parques estatales, salimos hacia el Este, en busca de un lugar menos húmedo y más amigable para acampar. Volvíamos de nuevo a la aventura, esta vez sin saber dónde íbamos a pasar la noche.

(cont..)