jueves, 29 de julio de 2010

sin dedo

Me parece extraño cómo los seres humanos nos acostumbramos rápidamente a todo. Quizá por eso nuestro éxito en la escala evolutiva. Sin embargo, también es asombroso cómo cada parte de nuestro cuerpo tiene un lugar importante en nuestra vida. En este momento, estoy sintiendo lo que es vivir sin un dedo, y es increíble cómo nos acostumbramos a vivir con todo "completo" y cuando algo tan "simple" como un dedo falta, la sensación de incapacidad aparece inevitablemente.

La razón por la que vivo "sin un dedo" ahora, es que me lo quebré hace dos semanas, y lo tengo inmobilizado. Por suerte fue la mano izquierda, así que no me he sentido tan "incapacitada", pero indudablemente hace falta. Cosas tan sencillas como lavarme el pelo por las mañanas, o escribir en el teclado se convierten en rituales donde tengo que asegurarme que mi dedo esté protegido sin mayor movimiento, provocando que las tareas sean más difíciles.

Tendré que esperar dos semanas para que el hueso "sane" y pueda recuperar movilidad. Mientras tanto, me quedará la incomodidad de vivir sin un dedo y por supuesto, el agradecer vivir siempre con buena salud y no ser incapacitada de ninguna forma.

sábado, 3 de julio de 2010

La Fiebre Mundialista

Se le llama fiebre mundialista, pues parece contagiosa e inevitable. El fútbol es un deporte que se ha convertido en el principal a nivel mundial, entonces es de esperarse que cuando se llega el torneo mundial de fútbol todos estén atentos a lo que está sucediendo. Todos excepto los estadounidenses, quienes parecen estar vacunados.

Es mi primer mundial en Houston y sin tomar en cuenta las poblaciones latinoamericanas, aquí todo parece normal. Nadie se levanta más temprano para ver un partido, o toma la hora de almuerzo para aprovechar a ver a su equipo jugar. Ni siquiera se escuchan los comentarios en la mañana de los partidos anteriores, o se comentan las jugadas por grupos como Facebook. La mayoría sabe que existe el mundial, pero si no es baseball, o "football" no le siguen. Apenas saben si Estados Unidos clasificó o no y su desconocimiento es impresionante.

Yo en cambio estoy contagiada. He estado pendiente de casi todos los partidos, llegando del trabajo por las noches a ver las repeticiones y siguiendo en línea los marcadores. En Facebook, mis amigos comentan los resultados y sé que mcuhos se juntarán e bares o restaurantes para los partidos principales, tomando cerveza y haciendo quinielas. A veces me encantaría estar allí, junto a todos, escuchando los gritos y emocionándome con los partidos, gritándole a los árbitros imaginariamente o celebrando los goles y sufriendo las derrotas. En verdad, el mundial se disfruta más en compañía. Mientras tanto, he estado intentando de este lado motivar a todos a que se contagien, lográndolo un poco con Sebas, quien se levantó fielmente a las 6:30 am conmigo a ver el partido entre Chile y Honduras y con Derek, quien siguió algunos partidos virtualmente.

La fiebre mundialista está por terminar y con ella las sorpresas de ver equipos "jóvenes" derrotar a equipos veteranos, y los clásicos errores de arbitraje que hacen del mundial un evento emocionante y sorpresivo. Para alguien como yo, que ha seguido fielmente los partidos mundialistas desde Italia '90, ver el mundial se convierte en una tradición llena de recuerdos y memorias que a pesar de estar sumergida en una cultura con cero fút, me cuesta imaginarme sin esta tradición. Así que en Brasil 2014 estaré de nuevo contagiada y espero sea una fiebre que se repita cada cuatro años.
Arriba el Mundial!