jueves, 23 de septiembre de 2010

Big Bend National Park: “LLegando al Parque” (Día #2 P.1)

A la mañana siguiente, Sebas se despertó temprano, yo habría seguido durmiendo, pues la habitación aún estaba oscura. Luego de vencer el sueño y ducharnos, nos fuimos a desayunar. El hotel ofrecía una variedad de opciones para desayunar en modalidad de autoservicio. Había de todo, desde huevos revueltos, cereal, bagles, fruta hasta waffles, que no pude desaprovechar la oportunidad de comer. Al terminar el completo desayuno con la respectiva tacita de café y jugo de naranja, hicimos el "check out" del Hotel (el mismo chico desvelado nos atendió de nuevo) y partimos hacia Marathon. Eran las 8:00am y esperábamos estar en el parque a las 10:30.


En el camino, nos asombramos del paisaje, que al anochecer no pudimos observar bien. Una mezcla extraña entre montañas lejanas y desierto. Podíamos ver cómo hasta hace medio siglo efectivamente fue un área de crianza de ganado, pues la erosión era evidente. Me imaginaba esos paisajes que tantas veces han emulado en las películas de vaqueros con extensiones gigantescas de terreno hasta donde se pierde la vista y donde hasta hace poco el ganado seguramente era la fuente más importante de ingresos en la región. Ahora, las enormes praderas daban vida a otro tipo de paisaje, uno más desértico, pero no menos hermoso.


De repente, Sebas me mostró unos postes al lado del camino que le llamaron mucho la atención; de hecho, detuvimos el auto para poder observarlos mejor, pues no salía de su asombro. Aparentemente eran postes de telégrafo de los años 1800’s que permanecían a la orilla del camino como un tributo a la tecnología antigua. Lo increíble fue ver a pocos metros después una planta procesadora de gas natural, como si quisieran mostrarnos cuánto hemos avanzado desde entonces.


El camino hacia Marathon se hacía corto y podíamos ver ya las montañas del parque. Marathon es efectivamente un pueblo bastante pequeño que hace lo que puede con los recursos que tiene. Parece un oasis en medio del desierto, pues todo a su alrededor es seco y árido. Aprovechamos para llenar el tanque de gasolina y nos encaminamos al Parque.


Nos encontramos con el control fronterizo al que es obligatorio pasar a la vuelta. La idea de llevar los pasaportes se hacía concreta, pues sabíamos que nos los iban a pedir a la vuelta. Pasando el control fronterizo nos dimos cuenta que el camino se hacía más corto aún y en menos de una hora llegábamos a la entrada, no sin antes tomarnos la foto respectiva frente al rótulo de "Big Bend National Park".


Luego de avanzar unos cuantos kilómetros, llegamos a donde se pagaba la entrada y una guardaparques nos daba la bienvenida. Nos sugería acampar en la cuenca de los Chisos, que era el área más cerca y donde la mayoría de los visitantes que llegan por primera vez al parque alojaban. Pagamos los $20 respectivos que nos permitían estar por siete días y emprendimos camino.


La belleza del parque es algo indescriptible. Estar rodeados de tanta naturaleza es sobrecogedor. Nosotros, no podíamos dejar de ver alrededor mientras nos asombrábamos de tanta variedad. Una mezcla entre desierto y vegetación adaptada a ese clima, con el cielo despejado y los cerros de la cuenca hacia el fondo. A lo largo del camino habían carteleras que explicaban la vegetación y un poco de la historia para todo aquel que quisiera detenerse y mirar. Nosotros, por supuesto lo hicimos inmediatamente. Al bajarnos, nos recibió el viento acompañado de un silencio acogedor que nos llenaba de tranquilidad. Podíamos escuchar algunos grillos o saltamontes que se confundían a lo lejos. El paisaje era más solemne todavía, y sin darnos cuenta, estábamos murmurando, como cuando alguien entra a un lugar sagrado y debe bajar la voz como señal de respeto.


Estuvimos allí un buen tiempo, admirándonos de la naturaleza, de los millones de años de evolución y de cómo el paso del tiempo se palpa en lugares así. La cartelera nos indicaba que 100 millones de años atrás (en el período Cretácico), lo que ahora es el parque antes fue un gran humedal, con otro tipo de naturaleza y vegetación. Una vitrina protegida nos mostraba una réplica de un enorme fósil de apariencia reptil encontrado en el área.

Abstraídos y absorbidos por el paisaje del inicio nos percatamos que era tarde. Todavía hacía falta avanzar 30 kilómetros más hasta llegar a la cuenca, buscar un lugar dónde acampar (de haberlo) y establecernos, para poder iniciar "en sí" la aventura.


Al acercarnos a la cuenca nos abrazaba una montaña rocosa y gigantesca, en donde cambiaba el clima por completo. De hecho, como si quisieran demostrárnoslo un gran venado de cola blanca pastaba tranquilamente, mientras un correcaminos corría apurado hacia el otro lado.


La cuenca estaba llena de carpas y casas rodantes que acampaban como nosotros. Empezaría la nueva aventura de escoger (o más bien encontrar) un lugar dónde pasar la noche. De no encontrarlo, tendríamos que acampar en el desierto lejos de todo, o buscar alojamiento en el Hostal o cabañas de la Cuenca, perdiéndonos la oportunidad de dormir al lado de las majestuosas montañas pero con mayor comodidad (y a mayor precio).


Manejábamos por los sitios para acampar y esperábamos poder encontrar un espacio para nosotros, aunque rodeados de tanta naturaleza y de tantos colores quizá el lugar iba a ser lo de menos. Por fin llegamos al área donde no eran permitidos los generadores (lugar preferido para ver mejor las estrellas y estar más tranquilos por la noche). Quedaban sólo dos lugares, y escogimos el que vimos mejor, aunque lamentamos no tener una mesita con techo (como los demás campistas) que seguro nos iba a ser necesario al momento de comer (sobretodo en clima desértico). Luego de las decisiones respectivas nos quedamos allí, en el número 57 que durante dos noches iba a ser nuestra casa temporal.


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domingo, 12 de septiembre de 2010

Big Bend National Park: "El Plan" (Día #1)

Podría decirse que nos motivamos hace un mes, cuando fuimos a una reunion con gente del Armand Bayou Nature Center y mostraron fotos del lugar. Sabíamos que era un parque al que realmente queríamos ir, pero por alguna razón siempre postergábamos el viaje.

El domingo conversábamos de lo interesante que sería conocerlo, y hablábamos de cómo sería la aventura de viajar hasta allá. De repente nos decidimos: partiríamos el viernes.

Normalmente habríamos planeado este viaje con más antelación, haciendo un estudio preliminar de las áreas a visitar el lugar para acampar, incluso, investigando un poco sobre su historia y geología, pero no daba tiempo para tanto, así que trazamos un pequeño plan que intentaríamos cumplir fielmente:

- Salir de Houston el viernes por la tarde a las 12:30 pm.

- Llegar a Fort Stockton a las 10:00 pm.

- Dormir en Fort Stockton en un Hotel cercano.

- Partir después de desayuno al parque.

- Acampar en el parque el día sábado y domingo (o de no haber lugar, alojar en las cabañas dentro del parque).

- Partir hacia Houston lunes, después de desayuno.

- Llegar a Houston a las 7:00 pm, luego de 11 horas de manejo.

- Pasarla super bien y disfrutar del lugar.

El plan estaba trazado, faltaban los detalles como pedir permiso en el trabajo, hacer una lista de pendientes incluyendo implementos para acampar o caminar que nos hicieran falta; resersvar en el Hotel en Fort Stockton y revisar la condición del auto.

En tres días tendríamos que empacar y verificar que no nos hiciera falta nada. Los días pasaban volando y a como podíamos íbamos llenando los últimos detalles. La idea era dejar todo listo el día jueves, para poder salir el viernes lo antes posible, y llegar a Fort Stockton sin problemas. Por ser un fin de semana largo, esperábamos retrasos y colas, así que el jueves nos dormimos de madrugada empacando y verificando varias veces que lleváramos todo, incluyendo pasaporte. Com el parque está aledaño a México, a la salida del parque hay un control fronterizo, donde hay que mostrar el pasaporte y cualquier otro documento que pidan los oficiales para demostrar estancia legal en los Estados Unidos.

El viernes llegó super rápido y el viaje empezaría pronto. Entre almorzar, empacar las últimas cosas y meter todo al auto se nos fueron 2 horas y salimos finalmente a las 2:15 pm. Esperábamos estar en Fort Stockton 8 o 9 horas después. Jill (nuestra voz del GPS) nos iba indicando por dónde irnos, y "Google Maps" nos desviaba hacia una autopista pagada, pues en las demás se esperaba tráfico pesado, así que les hicimos caso.

Con tanta tecnología era casi imposible perdernos (o eso creíamos). Justo llegando a San Antonio la voz y la pantalla de “Jill” se apagaba, dejándonos a “ciegas” a medio camino. Sabíamos que teníamos que tomoar la autopista I-10, pero luego de eso no sabíamos nada más. Nos sentimos demasiado dependientes del GPS. En otras ocasiones habríamos ido con mapa y de antemano sabríamos qué salida tomar. Ahora, dependíamos de Jill para que nos indicara el camino y gracias a su ausencia nos vimos obligados a detenernos en un estacionamiento para tartar de revivirla . Lo intentamos varias veces hasta que por fin encendió la pantalla y nos indicaba la ruta a seguir.

El nuevo camino nos llevó a atravesar San Antonio, encontrándonos con el tráfico de salida a las 6pm. No tuvimos otra opción más que resignarnos y esperar. Este pequeño desvío nos costó una hora. Lo bueno fue que al salir de San Antonio y llegar a Kerrville nos dimos cuenta que la velocidad máxima aumentaba a 80millas por hora (130km/h) mientras durase el día, es decir en dos horas más. Aprovechamos la oportunidad para "correr" legalmente y no llegar tan atrasados a Fort Stockton.

El sol se ponía frente a nosotros, mientras lo observábamos esconderse y nos despedíamos de la alta velocidad disminuyendo ahora a 65 millas por hora (105 km/h). Jill nos indicaba que llegaríamos a Fort Stockton a las 11:15pm y el tiempo parecía estirarse. Ambos estábamos cansados y queríamos llegar pronto. De repente un vistazo al cielo nos llenó de emoción. Las estrellas brillaban como nunca. El cielo despejado y la falta de contaminación lumnínica dejaban ver estrellas que normalmente se esconden y la Vía Láctea que pocas veces hemos visto desde que estamos aquí. Pensamos por unos instantes detenernos en una zona de descanso para sacar los binoculares de alto alcance y observar ese cielo impresionante. Sin embargo, decidimos avanzar hacia el Hotel, con la esperanza de ver el cielo así de despejado al día siguiente en el parque.

Dos horas más tarde llegábamos a Fort Stockton y entrábamos al Hotel. Nos recibía un chico desvelado desde el mostrador, y nos invitaba a nuestra pieza. Al entrar nos encontramos con un cuarto espacioso, con el baño nítido y una cama firme que nos daba la bienvenida con los brazos abiertos y nosotros caímos rendidos ante tal panorama, quedando a merced de Morfeo hasta la madrugada siguiente, donde realmente empezaría la aventura.

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