En otras ocasiones he escrito que me gusta ver las primeras señales de los cambios de estaciones. Hace unos meses relataba cómo los árboles y animales empezaban a prepararse para el invierno, botando sus hojas, almacenando comida. El invierno ahora quedó atrás, y le dio parte a una primavera que tímidamente se ha ido acercando, pero ha provocado grandes cambios al paisaje.
Hace tres semanas me avisó un gorrión que la primavera venía en camino, llevaba una ramita para hacer su nido. En ese entonces me extrañé, pues las temperaturas no subían de los 14º y la primavera se caracteriza por temperaturas superiores a los 20º, pero una vez más los pajaritos son más sabios y saben con pequeñas señales que es tiempo de anidar.
Luego de ver al gorrión, me di cuenta que los árboles se empezaban a llenar de flores poco a poco. Me di cuenta que el verde empezaba a llegar al paisaje y que en el ambiente se empezaba a respirar la primavera.
Quizá porque la primavera me recuerda Guatemala es que es mi estación favorita, pero indudablemente la esperé con ansias para ver de nuevo el verde y las flores. Recordé cómo en Guatemala se ven las Jacarandas florecer de morado y el Matilisguate (Tabebuia rosea) de rosado. Aquí, frente a nuestros apartamentos florecen unas flores blancas (encinos de Roble) que cubren el paisaje como copitos de algodón primaverales donde los pajaritos se regocijan cantando y buscando sus parejas para anidar. Los más precavidos juntan ramitas y se las ofrecen a sus parejas como una especie de "dote", esperando un piar de aprobación, o un aleteo corrector.
Realmente es increíble estar rodeados de tanta vida y tanta naturaleza y darse cuenta con señales tan sutiles que la primavera llega. Por las mañanas escucho a dos pájaros cardenales conversar y me pregunto, ¿cuántas personas los escucharán con tanta emoción? Yo escucho a los cardenales y veo primavera, veo vida, veo florecer el mundo ante mis ojos. Quizá los demás escuchan simplemente los sonidos que se los lleva el viento, y mientras sonrío, me siento afortunada de poder sentir la primavera en mi corazón, en mi piel, en mí.
Quizá porque vengo del país de la "eterna primavera" es que me entusiasma tanto esta estación, quizá sea por estar al lado de Sebas, quien se siente exactamente igual, quizás simplemente sea que nos maravillamos de las cosas sencillas, de aquél pajarito que nos mira, que nos acoge y nos saluda todas las mañanas. Me encantaría poder contestarles y que me escucharan, y que se dieran cuenta de cuánto los admiramos, de cuánto los queremos y sabemos que sin ellos el mundo sería distinto, sin música, sin alegría, sin primavera.
Mañana despertaré y será 22 de Junio, y se acercará el verano. Los pajaritos estarán trabajando de nuevo, para tener todo listo y a punto para recibir la nueva vida, y escucharemos nuevos cantos, nuevas melodías, y vendrá el verano. Con él vendrán las semillas nuevas, y otras flores, otros olores y otras voces; pero nada nos quitará la primavera, que se queda con nosotros como un perfume de aroma eterno, susurrando vida constantemente.
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