lunes, 1 de junio de 2009

El Museo del Aire y el Espacio (DC parte IV)

El día empezó temprano, adelantándonos al gran recorrido. Sabíamos que nos esperaba uno de los museos más importantes del Instituto Smithsoniano: El Museo del Aire y el Espacio. Tomamos el metro en la línea azul y nos bajamos en la estación que dice "Smithsonian". Pasamos frente a cuatro museos antes de llegar a éste, siguiendo una pequeña muestra a escala del Sistema Solar. El Museo del Aire y el Espacio quedaba frente a "Saturno", y desde afuera no aparenta ser tan grande ni tener tantas cosas.

La primera exhibición que vimos se llama "los hallazgos del vuelo", una de las más de veinte galerías dedicadas al vuelo o al espacio. Se pierde la proporción al estar allí rodeada de tanta historia contada completamente alrededor de transportes aéreos. Al entrar nos recibió el Breitling Orbiter 3, que fue el primer globo que viajó alrededor del mundo en 19 días. Allí mismo estaba el "sputnick 1" (primer satélite de la unión soviética), "el Explorer 1" (primer satélite de Estados Unidos), yo no salía de mi asombro y aún había más, mucho más.

¿Cómo explicar el sentimiento de ver el cohete de Goddard? En el Space Center de Houston hay un modelo, pero en este museo estaba allí. Un monumento histórico del que partió toda la exploración espacial estaba allí ante mis ojos, y yo no podía más que asombrarme, y tomar fotos.
Más adelante el Geminis IV, el Apollo 11, el Viking Lander en la misma galería, completamente fascinante.

Con la primera galería quedé fascinada, y faltaban 20 más. ¿Qué hacer con tanta información, con tanta historia concentrada en tan poco espacio? No podíamos verlo todo, pero aún así intentamos.

La siguiente exhibición se llamaba "la competencia por el espacio" y narraba visualmente cómo Estados Unidos, y la Unión Soviética compitieron después de la Segunda Guerra Mundial no sólo en poner el primer hombre en la luna, sino en desarrollo de misiles y armas. Es impresionante cuánto desarrollo de tecnología ha tendio sus orígenes en la guerra y la destrucción.

Las exhibiciones se extendían y nuestra estadía con ellas, nos faltaba aún más. Adelante nos espareaba otra sorpresa, la exhibición llamada "vehículos de exploración lunar". Allí encontramos con el módulo lunar (real) de la misión Apollo 11, e impresionada vi lo fantástica de su construcción y de los materiales. Un vistazo al techo nos enseñaba el Lunar Orbiter y el Clementine y yo no salía de mi asombro, mietras a mi derecha y a mi izquierda aparecían más exhibiciones y salas.

No habíamos avanzado ni la cuarta parte y la información seguía llegando como una avalancha de tecnología e historia. Con mapa del museo en mano, decidimos optimizar el recorrido. Omitimos varias exhibiciones enfocadas los niños y nos acercamos al otra ala, exclusivamente dedicada a los aviones. A pesar de no saber tanto sobre aviones, es indudable la admiración que se siente por las personas que dedicaron toda su vida al desarrollo de tanta tecnología.

Durante todo el viaje comprobamos cuánto avanza la humanidad en 50 años. En este caso, el avance de las turbinas de aviones fue increíble, igual que el avance del movimiento de las alas o la propulsión aérea. En lugares como el museo del aire y el espacio pueden verse los inicios del vuelo y cómo ha ido avanzando poco a poco este medio de transporte hasta llegar a aviones completamente robotizados. Existe un espacio en el museo para mostrar aviones (miliares, por supuesto) controlados completamente por satélite, es fascinante!

La información seguía llegando mientras íbamos de un lado a otro, eran demasiadas emociones, demasiadas imágenes, demasiados conocimientos. Tuvimos que hacer una pausa a mitad del camino para no saturarnos. A la larga, dijimos, podemos volver a recorrer las otras salas más despacio.

Mientras comíamos un rico sandwich en la cafetería del museo, veíamos alrededor la tranquilidad del lugar. Escuchábamos algunos pajaritos que se escaparon de la seguridad para alimentarse con las miguitas en el piso. Así nos dimos cuenta de cuánto nos aceleramos pensando y observando tantas cosas y cómo nos faltaba tanto más, siendo apenas el segundo día de recorrido.

A mí me parecía que habíamos estado ya cuatro o cinco días, pues el tiempo pasaba demasiado lento con tanta información. A Sebastián le ocurría lo contrario, acelerándose a mil por hora entre pensamientos y teorías aerodinámicas, creyendo que los minutos eran segundos y no dándose cuenta que ya llevábamos tres horas en el museo observando apenas 4 exhibiciones.

Decidimos salir a descansar nuestra mente y cuando íbamos de salida vimos la exhibición de la segunda guerra mundial, y con la mirada ambos supimos que íbamos a entrar. Decidimos hacerlo "rápido", y al entrar de inmediato nos asombraron distintos aviones de la guerra. En ese instante no podía dejar de pensar en cuántas personas, como mi papá, pasarían horas viendo estos aviones perfectamente bien conservados. Sonreía al ver el Mustang P-51, mientras repetía la famosa frase de la película el Imperio del Sol "P-51 the Cadillac of the Sky!" No tenía idea de que días más tarde iba a verlo de nuevo junto con 100 aviones más en el Museo Udvar-Hazy, una experiencia más increíble todavía!

Al final nos obligamos a salir, pues ya estábamos poniendo menos atención a lo que veíamos, y podíamos entrar cuantas veces quisiéramos. Salimos del museo con la cabeza llena de imágenes y teorías. Encontramos un lugar dónde sentarnos y nos sentamos a descansar y procesar toda le información. Mientras descansábamos yo no podía dejar de pensar en lo que faltaba, en cuánto más íbamos a recorrer.

Dejamos para el día siguiente ir a otro museo, pues a pesar de ser apenas las 3 de la tarde no podíamos llenarnos más de información e historia, necesitábamos un descanso mental. Nos fuimos caminando y observando de nuevo el paisaje fascinante de Washington mezclando la historia con la actualidad. Así pensamos en ir por la noche a cenar a Georgetown a un restaurante "distinto", pensamos en buscar algo que no encontráramos en Houston. Nadie nos preparó par la velada de la noche, ¿cómo íbamos a saber que nuestra curiosidad por lo exótico era tan grande? No imaginamos que esa noche iba a definir nuestro amor por las ensaladas y comida liviana al día siguiente, ni mucho menos sabíamos que no íbamos a dormir bien gracias al dolor de estómago.... Definitivamente en Washington se encuentra de todo! Hasta comida de Etiopía

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