miércoles, 4 de junio de 2008

Acampando (IV): Choke Canyon

Llevábamos dos horas de camino por la autopista, el concreto reflejaba el sol haciendo que el calor se sintiera aún con el aire acondicionado puesto. El hambre empezaba a hacerse presente y no sabíamos a dónde ir. La opción más viable era ir hasta San Antonio y desde allí buscar parques cerca o por último quedarnos en un Hotel y romper todos los objetivos del viaje.

En la guía de parques estatales aparecía Choke Canyon, a pocos kilómetros de distancia. Ofrecían sitios dónde acampar, un lago, senderos, mesas de picnic y demás. En un impulso decisivo viramos hacia allá para conocerlo, a la larga creo que decidimos ir porque era el que nos quedaba más cerca. La idea era hacer un picnic, comer y si nos gustaba el lugar nos quedábamos a acampar allí.

Llegamos a la oficina, pagamos la cuota y de una vez decidimos acampar arriesgándonos a que el lugar no fuera el esperado. Pensamos por último siempre estaba la opción de viajar a San Antonio a dos horas de recorrido y buscar desesperadamente un Hotel dónde pasar la noche.

A primera vista nos gustó lo que vimos, viniendo de un lugar donde no había nada para acampar, éste por lo menos tenía lugares recreativos para niños con mesas de picnic y un gran lago que refrescaba alrededor.

Cuando nos dieron el mapa para escoger el sitio a acampar, buscamos uno "alejado" lo cual se traducía en una esquina con el número 206. Al llegar al 206 nos dimos cuenta que cada lugar tenía una mesa de picnic con una parrilla para asar y un espacio para acampar y que quedaban uno al lado del otro, dejando poca distancia entre sitios. Nuestra sorpresa fue darnos cuenta que el 206 quedaba lo suficientemente alejado de los demás, rodeado de árboles y con acceso al lago, y por supuesto quedamos más que satisfechos. Bajamos lo necesario para el almuerzo y nos pusimos a cocinar.

La estufa fue más fácil encenderla. Quizá porque no había viento fuerte con arena y sal soplando desde el sureste, o porque intentamos de una vez encenderla con alcohol isopropílico, puede ser también que las técnicas para encender hayan mejorado, o que el hecho de estar en una mesa de picnic (en vez de la arena) contribuyó al buen ánimo, no lo sé. Lo que sé es que después de un poco tiempo teníamos un delicioso almuerzo: pollo con puré de papas, tomate y de postre melón (fruta que se conserva bien con el calor) lo que comprueba que se puede comer sano en un camping!

Luego del delicioso y merecido almuerzo llegó el tiempo de recorrer el parque. No era necesario que nos explicaran que el parque está diseñado para la pesca, pues alrededor nuestro habían estacionados 2 botes pesqueros. Lo que nos sorprendió fue encontrar senderos específicos para las personas que les gusta observar pájaros donde, según un estudio realizado, llegan más de 670 especies de aves. Por supuesto, tomamos las bicicletas y decidimos recorrerlos.

Ambos nos esperábamos senderos más largos, pero por lo que vimos y escuchamos definitivamente es un hogar para muchísimos pájaros de todos los tipos, incluso creo haber visto por un instante unas alas majestuosas pertenecientes a un águila o un halcón. Además de pájaros conviven otro tipo de animales como venados, tortugas, armadillos, mapaches, coyotes y cerdos salvajes.

Al final del sendero encontramos el estacionamiento del área de picnic y recreativa que da al lago. Nos asombramos de la similitud entre los visitantes. Parecía como si fuera un requisito llegar en un pickup ya sea un Ford F150, un Chevrolet Silverado o un Toyota Tundra que tira un portabotes. El color de pickup más utilizado, el blanco, los botes de distintos estilos y para distintas necesidades. Allí comprobamos que el 90% de las personas que llegan al parque en esta época lo hacen para pescar.

Mientras tanto nosotros aprovechamos la frescura del lago para meternos un rato y aminorar el calor. Lamentamos no haber llevado los kayaks, pero como el objetivo era quedarnos en Padre Island no sabíamos que íbamos a llegar a este lago. El lago estaba limpio, aunque con varias algas alrededor. Por un momento pasó por nuestra mente llevar el equipo de snorkelling para ver los peces (y las algas) pero la idea se fugaba con la tarde.

A la vuelta tomamos una pequeña refacción (o una once, como le dicen los chilenos) y nos pusimos a la tarea de escoger el mejor lugar para poner la carpa. Teníamos suficiente espacio, lo que sobraban eran hormigas. Contamos 6 tipos distintos de hormigas y no queríamos ni molestarlas ni que nos molestaran a nosotros. Basándonos en eso, elegimos un lugar plano, sin césped y sin hormigas.

Es distinto estar en un lugar aislado de Internet, de la tele, de la radio, en verdad uno aprende a escuchar la naturaleza y descubrir sus sonidos. Las estrellas brillaban a todo su esplendor, y con cámara en mano fuimos a dar unpaseo por los senderos, aprovechando la oscuridad y llevando una linterna tenue. No soy muy fanática de caminar por la noche con poca luz, ni tampoco después de haber visto animales como coyotes o cerdos salvajes caminando libremente, así que mi paso era sigiloso y vigilante. Estuvimos iluminados por la linterna y por luciérnagas en todo el camino. Llegamos hasta un punto oscuro y empezamos a tomarle fotos a las estrellas. El ejercicio duró poco porque escuchamos un ruido extraño atrás. Mi miedo se apoderó de mí nuevamente cuando comprobé que lo que estaba detrás nuestro era un cerdo salvaje y salí casi (o literalmente) corriendo.

Sebastián mientras tanto, lo veía con admiración y ternura, pidiéndome que llegara a donde él (y el cerdo) estaban para ¿observarlo? ¿tomarle foto? ¿acariciarlo??? Yo cincuenta metros adelante le imploraba que volviéramos imaginándome a "mamá y papá cerdos" detrás buscando a la cría y furiosos por haberlos interrumpido. Luego me enteré que estos cerdos son usualmente cazados en el parque y que por comentarios de Seba, el cerdo que vimos tenía más miedo de nosotros que nosotros de él. Aunque salir corriendo después de verlo, suena a que yo fui más cobarde que él.. pero, así son las cosas.

Después de la aventura, una extraña nube nubló los cielos, invitándonos al sueño. Arreglamos la carpa y nos dimos cuenta que el clima estaba fresco, nos acostamos sonriendo, pensando en la diferencia de lugares y afirmando que esta vez sí íbamos a poder dormir bien. Craso error.

A las 4 de la mañana no entendíamos el por qué del sueño interrumpido, el calor dentro de la carpa era insoportable. Sebastián tocó el suelo y comprobó que el lugar elegido había estado expuesto al sol durante todo el día y por estar sin sombra de árboles la tierra se comportaba como un gran comal o sartén. Su expertise como boy scout no le advirtió sobre mojar el terreno antes de ubicar la carpa, o elegir un lugar menos expuesto al sol. La verdad yo tampoco reparé en eso, en lo que ambos reparamos fue en las hormigas, olvidándonos del sol.

Recuerdo perfectamente el comentario de Seba diciendo: "ya sé qué se siente ser tortilla". A las 4:30 estábamos cambiando de lugar la carpa un metro más a la derecha, donde los árboles cubrían con sus copas el espeacio. Los pájaros conversaban entre ellos y nosotros desde ese momento dormimos plácidamente hasta que el sol se impuso fuerte a las 8:30.

Desayunamos tranquilos y dimos una vuelta más por el parque, cerca del lago. Partimos temprano para llegar a San Antonio a almorzar y luego volver a Houston antes de las 6 de la tarde. Mientras Sebastián colocaba de nuevo las bicicletas a la parte de atrás del auto, pensábamos en el balance de nuestra aventura. La experiencia de acampar fue muy buena, conocimos dos lugares distintos y aprendimos muchas cosas. Quizá lo mejor fue descansar la mente disfrutando de nuestra compañía y la de la naturaleza.

La conclusión de ambos fue la misma: Definitivamente vamos a volver a acampar.

6 comentarios:

Petoulqui dijo...

Me gustó mucho la parte final de esta historia.

Talvez no tenga nada que ver en sí con lo narrado, pero la mención de tantos animales, en especial el cerdo salvaje (creo que por aquí le llamaríamos Coche de monte), me recordó con gran nostalgia la serie animada Kissyfur (aún cuando Vds. no vieron ningún oso).

Saludos,

Julio P.

Anónimo dijo...

buena entrada Anabea, como siempre.
Saludos chapines

A

Luisa F.S.C. dijo...

Vos, que buenísima la aventura. Definitivamente acampar es otro rollo, pero muy buen rollo. Y allí sobran los lugares. Esperaré cuando me cuentes que fuiste a un parque donde hay osos o pumas o águilas blancas.
Por cierto... pobres las tortillas, verdad? jajajaja

Anónimo dijo...

Yo hubiera salido corriendo y gritando después de ver un coche de monte!! Son peligrosos!! Qué valiente fuiste!
Y qué aventura, eh?

saludos,

Carla

BC dijo...

Julio: no recuerdo muy bien kissyfur, así que no sabría decirte..

Anónimo: gracias

Luisa: Si vos, acampar es otro rollo y ojalá a la próxima sean osos!! :)

Carla: Ehjm... no creás que fui "tan" valiente, de hecho no fui más descriptiva con mi reacción ante el cerdo, pero sí me asusté muchísimo, y salí gritando y corriendo como tú lo hubieras hecho...Bueno, el Seba puede dar fe de ello.. je je :)

Gracias por los comentarios

Anónimo dijo...

¡A nosotros nos pasó lo mismo en un camping de España! Bueno, me refiero a lo que les pasó de no poder dormir. No pegamos ojo en toda la noche. Primero, porque nos tocó soportar un grupo de chavitos relajeros y luego, a las 5 ó 6 a.m. el sol era insoportable. Pero lo que sucedió fue que la carpa se nos llenó de vapor... Razón científica no tengo, sorry no llego a tanto. Pero digamos que nuestra experiencia no fue de tortilla en comal sino de chuchito en baño maría.
Buenísimo relato Anabia, como siempre.